No solemos reparar en ello, pero los niños se pasan media infancia teniendo que mirar hacia arriba para establecer contacto visual con los mayores. El motivo es sencillo: ellos son más pequeños y los adultos más altos, por lo que acaban acostumbrándose a esa postura de superioridad del adulto. Y lógicamente, aunque los niños no sean capaces de expresarlo, a nadie le gusta que le hablen desde arriba.
Por eso, se ha creado un método de crianza establecido en la escucha activa, el Método de Escucha Activa, en la que los adultos nos adaptamos a los niños poniéndonos a su misma alto. Este método de crianza es muy efectivo a la hora de comunicarnos con nuestros hijos con empatía, de forma abierta y positiva.
Este Método de Escucha Activa se trata de una técnica de comunicación basada en el trabajo de Carl Rogers utilizada en campos como la enfermería, psicoterapia, resolución de conflictos y crianza de los hijos.
En 2002, Rost la definió como “un término genérico para definir una serie de comportamientos y actitudes que preparan al receptor a escuchar, a concentrarse en la persona que habla y a proporcionar respuestas”.
Esta táctica muestra un interés y disponibilidad por la otra persona; indicando empatía y en cierta manera un “entiendo lo que sientes”. Mientras que el hablante se cerciona que le oyente le ha entendido, tanto en términos de lenguaje verbal como del no verbal, como gestos, sentimientos, ideas o pensamientos que subyacen a lo que se está diciendo.
Este gesto tan sencillo ofrece unos beneficios emocionales para los niños enormes.
El poder de la mirada, es una forma de demostrarles que te abres a la comunicación, te pones a su mismo nivel para ayudarte, ya sea que tenga una rabieta, necesite una explicación o quieras decirle lo mucho que lo quieres.
Y no sólo se establece una comunicación verbal, sino también gestual. Poniéndote a su altura puedes detectar cómo se siente, si está enfadado, frustrado, si llora, e intentar solucionarlo. Es una manera de abrirse a la comunicación, de permitir que el niño exprese sus necesidades y sentimientos.
La manera de comunicarnos con nuestros hijos va dejando huella en su personalidad y a medida que crecen influye en la forma en que ellos se relacionan con las demás personas. En vistas generales, si queremos que nuestros retoños sean empáticos, nosotros debemos ser empáticos con ellos desde pequeños.
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